Luego de la primera comunión, con qué frecuencia se debe comulgar

Al ser considerada la eucaristía, según la palabra de San Juan, como el alimento espiritual del alma, no solo es recomendable sino hasta razonable, que su administración sea lo más frecuentemente posible.

A pesar de que Jesús no recomendó nunca de manera formal que se recibiera la comunión de forma diaria, es lógico pensar que tal como los alimentos normales son de provecho para nuestro organismo cuando son frecuentemente asimilados, lo mismo es cuando se trata de un alimento espiritual como lo es la eucaristía.

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Antecedentes de este hábito espiritual

Los cánones de los santos apóstoles que hablan sobre la eucaristía no permiten determinar si los primeros fieles de la Iglesia Católica recibían la comunión diariamente. Sin embargo, San Cipriano, en el siglo II nos hace saber que se comulgaba a diario, salvo en los casos que no se pudiera por alguna situación particularmente grave. Por la misma época, Clemente de Alejandría afirmaba que Jesucristo se da cada día en pan y en bebida de inmortalidad, en clara alusión a la eucaristía.

Variaciones en la frecuencia de la comunión

No obstante, en Constantinopla, según San Juan Crisóstomo, muchos no participaban del rito eucarístico más que una vez al año, mientras que otros lo hacían dos veces o con mayor frecuencia. Del siglo V al siglo XIII, al parecer los fieles no comulgaban muy a menudo, posiblemente por doctrinas emitidas por ciertos teólogos y es una definición del Concilio de Trento que pone un acuerdo para la administración más frecuente de la comunión, a pesar de las apreciaciones de algunos teólogos que convenían en que el pecado venial debía ser motivo de abstención.

Es el Papa Pío X, en 1905, quien establece que la comunión frecuente, como Jesús deseaba que fuera, debe ser accesible a todos los fieles de todas las categorías y condiciones.